Para las jóvenes firmas de arquitectura, hacerse un lugar en la industria suele ser la forma más fácil de destacar. Sin embargo, WAG Architects —cuyo estudio colaborativo está repartido entre Nueva York, Pekín y Haikou— ha elegido un camino distinto. Con una apertura casi radical a las posibilidades, la firma resiste ser encasillada por tipología, escala o geografía. Su enfoque es refrescantemente poco convencional: abrazan la experimentación y la variedad mientras rechazan etiquetas prematuras, dejando que cada encargo se convierta en su propio laboratorio de diseño.
Esta filosofía se fundamenta en el pragmatismo. “Un arquitecto es un ayudante”, dice el socio fundador Danwei Wang. “Hemos llegado a darnos cuenta de que ser un proveedor de servicios es más importante que ser un artista.” Este ethos ha dado lugar a obras que son discretas pero profundamente intencionadas; su arquitectura es consciente de los costos, eficiente en lo material y visualmente variada. La cartera del estudio va desde la reutilización adaptativa en Hunan hasta instalaciones específicas del sitio como Dancing Stone Forest, un proyecto galardonado con el A+Award concebido y construido en apenas dos días.
Hannah Feniak: Tu portafolio muestra una gran amplitud en términos de tipología y escala. ¿Cómo definirías el enfoque arquitectónico de tu firma y su filosofía de diseño? ¿Qué tipos de encargos suelen atraerlos?
Danwei Wang: En nuestra práctica hemos explorado deliberadamente una amplia gama de tipos de proyectos y escalas. Como jóvenes arquitectos, especialmente al inicio de nuestra trayectoria independiente, vemos esta diversidad como una parte esencial de nuestro proceso de exploración. No queremos que nuestro potencial se limite demasiado pronto. En su lugar, creemos en experimentar audazmente con diferentes posibilidades.
En nuestra opinión, los jóvenes arquitectos no deberían definirse prematuramente —por ejemplo, diciendo “solo hago vivienda” o “solo trabajo en proyectos comerciales.” Esta fase temprana de experimentación es crucial para descubrir qué es realmente importante para nosotros como diseñadores.
En los últimos años hemos llegado a comprender que ser un proveedor de servicios es más importante que ser un artista. Un arquitecto es un ayudante — alguien que resuelve problemas para los clientes, no alguien que crea obras de arte. En proyectos comerciales, por ejemplo, siempre priorizamos los objetivos comerciales del cliente y nos esforzamos por crear diseños que apoyen esos objetivos, en lugar de imponer nuestra propia firma de diseño a costa de ellos.
A partir de esto, nuestra filosofía de diseño ha ido tomando forma: usar intervenciones contenidas y mínimas para crear experiencias espaciales ricas y significativas.
Creemos en hacer más con menos — no solo para ayudar a nuestros clientes a crear proyectos que sean realmente suyos, sino también para reducir el uso innecesario de materiales y las emisiones de carbono. Este enfoque permite que nuestro trabajo sea rentable y ambientalmente responsable.
HF: Cuéntanos más sobre la cultura de tu estudio, que abarca continentes y ciudades. ¿Cuántos diseñadores trabajan en tu órbita? ¿Trabajan tus equipos de Nueva York con los de Haikou y Beijing?
DW: Aunque tenemos oficinas en Nueva York, Pekín y Haikou, intencionadamente mantenemos nuestro equipo pequeño —por debajo de diez personas. Creemos que un equipo compacto permite formas de trabajo más abiertas, colaborativas y creativas. No estamos tratando de construir una máquina corporativa donde todos estén encajonados en roles estrechos. En su lugar, queremos que cada diseñador del equipo resuene con cada etapa del proyecto.
Nuestro estudio funciona con una jerarquía plana, especialmente durante las fases iniciales del diseño. Incluso a los pasantes se les anima a expresar sus ideas, porque creemos que la inspiración puede surgir de experiencias de vida diversas —no solo de años de formación profesional. Valoramos profundamente cada voz en la sala.
En cuanto a la colaboración, nuestro trabajo no tiene fronteras. Diseñadores de tres ciudades en dos continentes suelen co-crear en los mismos proyectos, compartiendo ideas, modelos y retroalimentación en tiempo real. Es una forma de trabajar distribuida, pero estrechamente conectada, que refleja cómo vemos la arquitectura: no limitada por la geografía, sino moldeada por un pensamiento compartido.
DW: La especificidad del lugar ha sido siempre una de las consideraciones más importantes en nuestro proceso de diseño. Curiosamente, descubrimos que la composición internacional de nuestro equipo en realidad mejora nuestra sensibilidad al contexto local en lugar de diluirla. Trabajar en distintas culturas y geografías nos hace más conscientes de las sutilezas culturales y del valor del pensamiento basado en el lugar.
Para cada proyecto, comenzamos con una exploración profunda del contexto local —su historia, antecedentes culturales, ambiente social, costumbres e incluso los ritmos de la vida cotidiana. Estos elementos forman la base de nuestro enfoque de diseño. En lugar de aplicar un estilo o estética predeterminados, buscamos desarrollar un lenguaje de diseño que brote de las cualidades específicas del sitio; un diálogo entre nuestra perspectiva y la identidad local.
Este enfoque nos ayuda a evitar un diseño superficial “globalizado” y, en su lugar, fomenta una conexión significativa entre la arquitectura y su entorno.
También nos sentimos muy afortunados, porque muchos de nuestros proyectos se encuentran en lugares con una identidad cultural fuerte. Por ejemplo, Dancing Stone Forest está en Hulan, Harbin —la ciudad natal de Xiao Hong, una de las poetisas femeninas más reconocidas de China. Su libro Tales of Hulan River confiere a esta tierra un profundo sentido de romanticismo cultural. Voyage Chapel se ubica en Lingshui, Hainan, una ciudad junto a la famosa ciudad balnearia de Sanya. Pero a diferencia de la atmósfera muy comercial de Sanya, Lingshui se siente más como una balada de pescadores — con los pies en la tierra, llena de vitalidad y de la vida cotidiana. Nuestro próximo proyecto en Hunan, mientras tanto, trata sobre el renacimiento de una ruina industrial. Estos sitios, incluso antes de que comience el diseño, ya llevan lo que llamamos un “gen cultural local”. Bajo la influencia de este gen único, nuestro trabajo se inspira constantemente, incluso se transforma. Realmente es la cultura local la que hace posible nuestra arquitectura.
DW: Para ser sincero, Dancing Stone Forest fue una de las experiencias de diseño más singulares que he tenido. Lo diseñamos en un solo día — y lo construimos en otro.
Cuando recibimos el encargo, honestamente parecía imposible: un presupuesto extremadamente limitado, casi ningún tiempo y la exigencia de crear una instalación de alta calidad. Pero aceptamos el desafío, teníamos curiosidad: ¿cuál es el límite de la capacidad de un diseñador? ¿Podríamos estar a la altura bajo tales restricciones? Y lo hicimos.
Lo que hace único a este proyecto es que no comenzó con un gran concepto ni con una visión artística audaz. Comenzó con una pregunta muy práctica: ¿cómo podemos construir esto rápidamente? Por eso nuestra primera decisión fue trabajar con estructuras inflables, una elección práctica impulsada por la rapidez, la asequibilidad y la facilidad de construcción.
Una vez que nos decidimos por las inflables, empezamos a explorar cómo usarlas, qué formas podrían tomar y qué significados podrían llevar. El sitio —un parque nacional de humedales— inspiró una conexión con Stonehenge, con sus piedras verticales antiguas. Nos dimos cuenta de que las columnas inflables compartían una forma similar, pero con un giro lúdico: a diferencia de las piedras reales, podían moverse, balancearse e incluso “bailar” cuando las personas las tocaban.
Y de pronto la instalación cobró una nueva vida: un “Stonehenge danzante” cointerpretado por el público; una interacción coreografiada entre las personas y las estructuras blandas y juguetonas; un momento inesperado de alegría y significado en un festival de artes al aire libre.
HF: ¿Puedes compartir un poco más sobre cómo fue recibido el proyecto por los visitantes del Longjiang Wetland Art Festival?
DW: La respuesta a Dancing Stone Forest en el Longjiang Wetland Art Festival fue increíblemente emocionante. Los niños corrían entre las columnas inflables, las empujaban, se movían entre ellas, jugaban al escondite. Por supuesto, muchas personas tomaban fotos y videos —como se esperaría en una instalación pública—, pero lo que realmente me sorprendió fue cuán activamente se unieron los adultos.
Padres e incluso desconocidos comenzaron a jugar al escondite junto a los niños. Había algo en la suavidad y el movimiento de las estructuras inflables que hacía que la gente se sintiera segura, ligera y juguetona. En ese momento, sentí que la instalación había hecho algo bastante especial: les dio a los adultos permiso para reconectar con una sensación de alegría infantil.
Eso nunca fue algo que diseñáramos explícitamente, pero verlo suceder se sintió como una recompensa mayor que cualquier reconocimiento formal. Nos recordó que la arquitectura, incluso en su forma más simple, tiene el poder de unir a las personas y abrir nuevos paisajes emocionales.
HF: ¿Qué significó para ti y tu equipo ganar un A+Award por este proyecto?
DW: Ganar el A+Award por Dancing Stone Forest fue una increíble afirmación para nuestro equipo. Se sintió como un reconocimiento sólido —no solo del proyecto en sí, sino de los valores que lo sustentan. Nos ayudó a aclarar aún más cómo queremos evaluar lo que hace que una obra arquitectónica sea “buena”.
HF: Stone Forest juega con la materialidad, presentando una versión “suave” y sintética de un elemento natural que suele definirse por su solidez. ¿Tienen otros proyectos que mantengan subversión de expectativas de otras maneras?
DW: En otro de nuestros proyectos que también recibió un A+Award — Voyage Chapel — desafiamos las expectativas al usar formas arquitectónicas sólidas para expresar la fluidez del agua. Se diseñó una formación de escaleras en cascada para simular el ritmo de las olas del océano y la topografía estratificada del lecho marino. Al cambiar sutilmente la textura de los materiales a lo largo de la superficie, creamos la ilusión de profundidades variables, muy parecido al propio océano. Bajo los peldaños, el espacio se siente como si estuviera bajo el agua, donde la luz se filtra para crear un efecto deslumbrante y ondulante. Sobre los peldaños, los visitantes recorren un terreno esculpido que evoca la sensación de caminar sobre las olas — un gesto poético que remite directamente al nombre del proyecto: Voyage Chapel.
HF: ¿Tienen algún proyecto próximo que les entusiasme?
DW: Sí, actualmente estamos trabajando en un proyecto que nos entusiasma mucho: es la reutilización adaptativa de un sitio industrial abandonado en Hunan, China. Este lugar fue una pieza clave de la economía de la región, pero como muchas zonas industriales en China, cayó en desuso con el paso del tiempo. Tras décadas de abandono, el sitio —ahora cubierto de escombros, con estructuras colapsadas y ruinas expuestas— está siendo reactivado finalmente a través de una importante iniciativa de renovación urbana.
Creemos que los arquitectos tienen la responsabilidad de generar un impacto social positivo. Proyectos como este nos permiten hacer precisamente eso. Al transformar estos vestigios industriales olvidados en espacios vibrantes y accesibles para la vida pública, ayudamos a reconectar a las personas con la memoria física de la ciudad en lugar de borrarla. Este tipo de trabajo no se trata solo de la forma arquitectónica —se trata de memoria urbana, continuidad y sanación.
Estamos especialmente interesados en cómo las funciones comerciales pueden entrelazarse con capas cívicas y culturales, aportando nueva energía al sitio al tiempo que se honra su pasado. Es un proceso de diseño que es a la vez sólido e imaginativo, y nos sentimos afortunados de ser parte de ello.
La sostenibilidad es también un principio clave que guía nuestra estrategia de diseño. Estamos comprometidos a asegurar que la transformación de este sitio no se convierta en una carga ambiental, sino que represente una especie de renacimiento material.
Siempre que es posible, buscamos reutilizar materiales existentes e integrar los vestigios de las estructuras originales en el nuevo diseño —tanto para reducir residuos como para conservar la textura auténtica del lugar. En cierto sentido, se trata de dejar que las ruinas hablen, y construir con su voz, no sobre ella.